viernes, septiembre 03, 2010

Fagocitosis



El Niño Caníbal se comió a toda la Humanidad.
Cogió su perfecto cuaderno de imperfecciones y, uno a uno, visitó, desmembró y deglutió a cada ser.
Tenía que borrar aquella fealdad universal.
Era su misión.
Su labor purificadora.
Una vez acabada, contempló con ojos oscuros la obra maestra de su devastación mientras sus fauces boqueaban al aire sin nada que despedazar.
Pero sonreía.
Al fín estaba sólo y era perfecto.

De pronto en mitad de aquel silencio, un pitido sibilante le atravesó la cabeza.
Era su conciencia.
Adentró la lengua entre sus cavidades hasta succionar toda aquella interferencia viscosa.
Ahora sí.
Nada.

El Niño Caníbal, entonces, se sublimó en el Niño Imbécil
y el viento sonrió.

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