miércoles, septiembre 05, 2007

Francisco Umbral (1935-2007)



Apareciste en mitad de estos principios torpes míos con la palabra.
De una forma imprevista y por lo tanto; como casi todas las cosas que surgen de ese modo; altamente fiable.
Yo, por entonces, tras un largo exilio, me había reconciliado con la lectura.
Y lo hice, lógicamente, con la avidez de un amante que se sumerge de nuevo en los placeres olvidados.
Las pupilas y la piel erectas a cada página que caía entre mis dedos.
Un rubor casi adolescente del pensamiento y los sentidos. Un devorar de sílabas sin horizonte alguno.
Al principio, formaste parte de aquella vorágine escrita que, de un modo u otro, casi sin criba, iba relatando algo de lo que Ana probablemente era y es.
Pero tu caso fué especial.

Me había acostumbrado a lo escarpado de tu sintaxis en la dureza de los diarios y las entrevistas.
Siempre huraño, inaccesible, solitario y solo. Mil veces embarcado en debates pseudopolíticos con toda clase de partenaires intelectuales. Periodista incombustible.
Recuerdo tus ojos, como todos los de los miopes, llenos de un dolor lejano y suave tras aquellos infranqueables cristales de tus lentes y tu mirada granítica.

Desde tu atalaya de soledad te observé derrocar mil muros a golpe de sintaxis pulsante y rabiosa. Pecaste de resabiado a veces, pero es de sobra conocido que en esta, nuestra peculiar España, a la suficiencia lúcida la solemos catalogar de pedantería y toda firmeza de principios se nos torna arrogante y abusiva.
Errado o no, siempre tuviste una sinceridad desbordante e irrevocable.
Y un día, uno de esos días donde los seres nos cruzamos sin saberlo (y por lo tanto todo es primigenio y único) mis dedos alcanzaron un ejemplar de tu Mortal y rosa. Una edición de bolsillo barata comprada en una librería de barrio.

Me arrastraste. Desde el dolor, desde la pesadilla humana hasta un paisaje desconocido de una belleza liberadora y apabullante. Tú, el tiranosaurio, acariciando con una prosa casi aérea.
Muchas veces he vuelto a aquellas letras desde entonces. Y siempre regreso turbada y algo más libre. Aquella elegía a tu hijo muerto hoy forma parte de mis libros más queridos, imprescindibles y reincidentes.
Algo de mi oscuridad y mi hoscuridad brillaron inofensivas y bellas durante aquellas 251 páginas.

Ahora, imagino, te habrás liberado de ese sufrimiento, de ese dolor no humano, de ese miedo anterior al hombre, de esa medusa de espanto.
Vuela con tu niño, Umbral, vuela y sonríe.

Gracias


Letras en cursiva: fragmentos de Mortal y Rosa. Francisco Umbral
Sonando, Chopin, Nocturno nº 1 opus 9.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Espero que te vaya todo bien. Por cierto, ha muerto otro genio: fernando fernan gomez.
madre mia... aun tenemos pedientes esas cervecitas con limon en una terracita de verano en madrid...
...rentboy...

HoscuraH dijo...

Excelente puntualización,Rents..se nos están acabando los que mantenían cabal este país.
Totalmente pendientes esas cervezas.A pesar de mis initerancias y el frío, será un placer tomarlas :)
Besos