jueves, mayo 26, 2011

De Hemingways y San Isidros


La muerte injusta de un animal me disminuye.


Como la de un niño.
Son esos hechos punzantes donde algo en mi se rebela.
No es asumible.
No se procesa.
Simplemente se aparca en doble fila con los intermitentes de la incomprensión y el asco puestos.

Los niños, los animales, las plantas.

Una cohorte de seres vivos sometidos a nuestras decisiones.
¿Porqué tanta belleza es tan frágil?,
¿porqué tanto ente sin capacidad de ser designado con otra palabra los agrede?,
¿dónde radica el placer?,
¿si realizo una resonancia magnética al que, desde el sótano mugriento de su alma, rebusca con sus ojos el linchamiento público de una res, qué encontraré?,
¿grandes deformidades?, ¿tumores infectos?

No.

Sólo materia gris.
La misma que gastamos tú o yo.

Entonces ¿cómo lo explico?,
¿en qué órgano radica la crueldad?
Esa crueldad.
Porque hay crueldades y crueldades.
Aquellas de cursiva obligada porque el peso de lo repugnante vence a los propios fonemas.

Ahora, mientras tecleo cada una de estas palabras, hay un ser inmerso en su última cuenta atrás.
Agazapado en su jaula.
Ocultando su oscuridad preciosa bajo toneladas de miedo.
Notando en el hocico los últimos olores del último verano.

En pocas horas lo reventarán a puyazos.
Le coserán el corazón a golpe de acero.
Se sentirá perdido.
Desorientado.
Infinitamente solo.
Empapado en sudor y sangre.
Sintiendo aterrado el colapso de su cuerpo en mitad de un coro que escupe las últimas palabras de su discurso de tortura.


En mi intento de entender algo de toda esa nada,
me vienen a la cabeza las palabras de Umbral, de Sábada o de Saramago.
“…el crucificado inocente, el ser doliente de la España cínica, es el toro, la vaquilla..." *

Y todo se simplifica.
Y entiendo que no tengo nada que entender.
Simplemente todo se reduce a la ausencia de compasión de unos cuantos que se autodenominan patriotas.
Tan sencillo y demoledor como eso.
COMPASIÓN.

Hay condiciones inherentes para poder ser coche, impuesto sobre las personas físicas, catedral gótica o, en nuestro caso, personas.
Condiciones inherentes e ineludibles.
Algo así como la fórmula ético-química para la viabilidad de lo humano.
La compasión y la empatía son partes básicas de esa fórmula.

No hay hipótesis, no hay posturas que negociar, no hay razonamientos.
Sólo leyes que no llegan, países que no avanzan y coautores de un dolor estéril que acabarán solos.


En realidad ya lo están.


Simplemente no lo saben.




*cita de Francisco Umbral

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